23 jul 2012

Senderos y un Río.

Perfectamente dispuestos se encontraban cada uno de los ladrillos que formaban el sendero, bellamente iluminado y decorado por colores entremezclados. Los rayos dorados transcurrían por todo el recorrido planeado y construido con el pasar de los años. Y se veía tan perfecto y fácil... tan indescriptiblemente hermoso.

Sus ojos seguían el camino hecho por las baldosas, un larguísimo camino, pesado y, en realidad, complicado de recorrer. Parecía estar dispuesta a intentarlo, porque la llevaría al futuro ansiado, porque necesitaba finalizar los años, porque era imprescindible encontrar su lugar en el mundo.

Y con mucho esfuerzo dado con determinación y optimismo, alzaba los pies, movía los músculos que componían sus piernas. Una y otra vez, una y otra vez, convirtiéndose en una periodicidad irritante y frustrante. La irregularidad de los latidos de su corazón y de la respiración cortaba el cantar de los pájaras y el susurro del viento a su alrededor. El sol quemaba, los rayos dorados la agotaban. Todo se conviertió en un agobiante recorrido, a mitad de camino, del que supo que no lograría a pesar de los años intentados.

Supo entonces que no podía, que ese camino no le correspondía. Por mucho que le gustase, sabía que aquello era superior a ella. Pensó entonces si había fracasado. No, quizás había escogido mal. Advertencias pasadas por alto con intención de superarse a sí misma, porque creyó saber que podía. Las personas se arrepienten cuando se encuentran en las consecuencias de sus actos. Porque es necesario arriesgarse algunas veces, y pocos de esos arrebatos de cordura acaban con el buen final esperado.

Los casos son pocos. El de ella no lo es.

Divaga, sentada, llorando, pensando...

Una, aparentemente, bonita disyuntiva aparece delante de ella. Mirando hacia delante, los rayos dorados que iluminaban el camino cambian su dirección.

Los cambios llegan y vienen, para bien o para mal. Porque todo tiene que cambiar y crear nuevos momentos, nuevas vidas, nuevos lamentos y emociones. Nuevos senderos. Y si los cambios suceden, por alguna buena razón tiene que ser.

Esta no es una alteración hecha del exterior. Porque eso dependía de la forma en la que dabas los pasos, de la velocidad y de la responsabilidad con la que seguías.

Respira profundamente. Tal vez  no sea tan malo. Quién sabe. Además, al lado del nuevo sendero, justo al lado, hay un pequeño río que sigue el mismo recorrido, muy lentamente, despacio, con poca fuerza pero... agua hay, y baldosas nuevas también. Pero lo nuevo viene con pesimismo.