Feliz 2012.

A mi alrededor no hay nada, no hay indicio o señal alguna que demuestre que un año ha pasado ya, con sus 365 días vividos y experimentados, llenos de penas y alegrías compartidas o reprimidas en uno mismo.

Solo escucho petardos y fuegos artificiales del exterior de mi casa; e incluso en mi cabeza puedo recrear perfectamente imágenes de personas desconocidas bebiendo y disfrutando en discotecas o locales, estrenando el 1 de enero del 2012; bailando y compartiendo con sus amigos los primeros momentos. La diversión es lo primero en lo que piensan, porque es prácticamente lo derivado a las doce campandas y las uvas. El champan o cualquier otra bebida es un simple aperitivo. ¿Lo siguiente? Salir a disfrutar. Lógicamente, en algunas personas. Los sobrantes comparten y vivien su fe, deseando que el 2012 sea el año.

Pero ignoro aquello. Las ondas que me abrazaban me desean felizmente un nuevo año, comportándose como la verdadera compañía; sus letras sus palabras de aliento, y el calor la bebida que puedo tomar en un día tan frío, no resultándome perjudicial. Las teclas y el aparato de delante es el espacio en el que puedo ser yo misma, en el que puedo expresarme y decir o pensar cuanto me de la gana. Y la tranquilidad es la recompensa.

Aquí, acogida y sintiéndome afortunada en mis cuatro paredes, pienso en los retos en los que me tengo que dedicar durante los 365 días siguientes, sé cuales son, y con ellos también los acompañan las dudas y miedos, temores y esperanzas, posiblemente más optimismo que pesimismo... o viceversa. Pero en estas situaciones es mejor no pensar, no pensar en el futuro venidero, en ese futuro que estrena, y se estrena, en el 2012. No se sabe qué es lo que deparará, pero tarde o temprano cambios, buenos o malos, asomaran, se situarán a tu lado y enfrentarlos es lo único que uno puede hacer.

Los párpados se me cierran entonces, pero dudo que pueda descansar debido a los fuegos artificiales y ruidos que protagonizan en el exterior. La música también hace el esfuerzo de llevarme a la inconsciencia, y morfeo aparece para retirarse a la salida del sol.

Es un año más, pero días iguales. Siguiendo con nuestra rutina diaria, es solo más tiempo que sucede, es solo el tiempo que corre de manera rápida y mortal como una mismísima estrella fugaz. Son solo 24 horas las que son partícipes de los actos y cambios que se darán en tu vida. No veo lógica a la celebración, cuando te restan los latidos del corazón; pero la velocidad se camufla en fiestas y alcohol, risas y diversión, para olvidar la cruda realidad y seguir sin pensar, sin preocupaciones.

Yo.

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